La inteligencia del bienestar va más allá de sentirse bien…

Explorar el significado del bienestar ha sido para mí uno de esos hoyos negros a los que, como Alicia en el País de las Maravillas, me gusta entrar dejando atrás cualquier preconcepción, con el riesgo de encontrarme a mí misma.

Llevo trabajando en bienestar hace muchos años, desde que comencé a entrenar el mindfulness para el desarrollo de la inteligencia emocional y el liderazgo; pero ha sido hasta hace muy poco que comencé a preguntarme cuál es el significado que le doy al bienestar en mi vida y por qué encuentro en mí y en algunas organizaciones, una división muchas veces irreconciliable entre el bienestar y la productividad.

El conejo blanco

Todos tenemos la voz de la expectativa. Yo la identifico con el conejo blanco de la historia de Alicia. Es esa voz que nos señala el cómo deben ser las cosas o cómo nos debemos sentir o actuar basados en nuestras experiencias y en lo nos han enseñado a lo largo de la vida. Es la voz que nos ubica entre el pasado y el futuro y permanentemente nos compara con lo que hicimos ayer, con lo que otros hacen o con lo que vamos a hacer mañana.

Es una voz fundamental en nuestra vida porque nos permite ponernos metas y organizarnos para cumplirlas, pero si nos dejamos llevar por completo por esta o intentamos cumplir las expectativas a la perfección, podemos terminar agotados o incluso anulados pues las expectativas son una posibilidad mas no un hecho.

Es tanto así que a la luz de las expectativas las personas nos comenzamos a definir como: productivas o no, inteligentes o no, maduras o no, deseables o no, merecedoras o no…Este estilo de pensamiento florece en ambientes donde en la diferencia radica el poder y donde la vulnerabilidad es una señal de debilidad.

¿Pero esto qué tiene que ver con el bienestar? Porque he llegado a pensar que el bienestar radica en acortar la distancia entre las expectativas que tenemos y la realidad desarrollando nuestra capacidad para auto reconocernos y hacernos cargo de lo que somos.

Para entenderlo, te propongo descender más en el agujero…

El sombrerero

Así como la voz del conejo blanco, también tenemos la voz del sombrerero, que muchas veces es catalogado como el loco pues se atreve a hablar de las emociones y las demuestra sin temor. Esta es una voz que hemos aprendido a callar o a ocultar en la medida que crecemos, y sobre todo en ambientes laborales porque desencaja a la luz de las expectativas. No necesariamente es lógica y puede llegar a ser o muy disruptiva o vulnerable generando incomodidad a quienes no acostumbran a conectarse con sus emociones o quienes son algo en la superficie, pero en el fondo son completamente diferentes.

En el marco del bienestar, el sombrerero simboliza nuestra capacidad de auto reconocernos, de darnos cuenta de quiénes somos realmente, de aceptar nuestras emociones, nuestros miedos, nuestros anhelos, fortalezas y debilidades. En otras palabras, representa la libertad que encontramos al soltar la expectativa que tenemos de sentirnos bien y, en su lugar, decidir cómo nos queremos sentir haciendo lo que hacemos y siendo quienes somos en el momento. Abriendo la puerta a que sentirnos mal por cometer errores sea parte de la experiencia de ser libres.

Pero…¿cómo conjugar aquello que nos focaliza y nos impulsa al logro (La voz de la expectativa) con el reconocimiento y aceptación de lo que somos (La voz de la libertad)?

Desarrollando la inteligencia del bienestar.

El Gato de Cheshire 

Uno de los personajes más intrigantes de la historia de Alicia es el Gato de Cheshire porque no pretende tener la razón, pero al final siempre la tiene.

La inteligencia del bienestar representa la capacidad de hacernos cargo de quienes somos, con la astucia de decidir en qué expectativas ponemos nuestra atención y con la apertura para aprender y pedir ayuda.

Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
– Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar – dijo el Gato.
– No me importa mucho el sitio… –dijo Alicia.
– Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes – dijo el Gato.
– … siempre que llegue a alguna parte – añadió Alicia como explicación.
– ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte – aseguró el Gato- , si caminas lo suficiente!

Autora: Carolina Gamboa

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